La pandemia por COVID-19 cobró protagonismo en la formación de nuevos médicos y médicas especialistas. El desarrollo y entrenamiento de habilidades técnicas resultó especialmente comprometido. Pero existen otras competencias que se vieron favorecidas. Entérate en la siguiente nota.
La actual pandemia por COVID-19 ha ejercido un efecto tremendamente disruptivo en el ámbito de la salud. La crisis desencadenada por el virus SARS-CoV-2 ha forzado cambios en la manera de ejercer la práctica médica en los centros sanitarios. Pero no solo eso, también a nivel global ha impactado de lleno en la formación de los nuevos médicos y médicas especialistas. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) aseguró que la adecuación de los distintos servicios para atender la demanda de los pacientes COVID-19, y fundamentalmente la redistribución de roles, constituyeron pilares para lograr una adecuada respuesta. ¿Pero qué perdimos y qué ganamos en lo relacionado con la formación de nuevos profesionales durante este período?
Durante la pandemia la reorganización de tareas, y la priorización de lo asistencial por sobre lo formativo, ha tenido un profundo impacto en el proceso educativo de los futuros especialistas. Así lo revelan distintas encuestas realizadas en el último tiempo en diversos países y que dan cuenta de los primeros meses de la pandemia. Por ejemplo, en un hospital docente de España el 91,5% de los residentes médicos manifestó que trabajó con pacientes COVID-19 y sufrió desajustes en su formación. Cerca del 81,4% tuvo que dejar la rotación que realizaba y el 76% sufrió una mayor carga de trabajo. Además, el 38% de los encuestados lamentablemente presentó síntomas de COVID-19. Algo similar indican algunos estudios realizados en países de Latinoamérica, como por ejemplo México y Argentina.
La necesidad de contar con un mayor número de médicos y médicas en la primera línea de los hospitales, así como las medidas de distanciamiento social, fueron los principales factores que trastocaron las rutinas educativas de estos profesionales en formación. Durante los meses mas álgidos de la pandemia han sufrido la cancelación de consultas médicas en consultorios, el cierre de los quirófanos y la suspensión de jornadas científicas. En definitiva, han visto notoriamente disminuidas las oportunidades para desarrollar y entrenar habilidades técnicas que le serán luego necesarias.
La injerencia de la COVID-19 ha sido transversal y no ha quedado indemne ninguna especialidad. Pero evidentemente aquellas quirúrgicas, y las que no estuvieron directamente involucradas en la atención de la complicaciones asociadas al SARS-CoV-2, figuran entre las más afectadas. Por otro lado, la necesaria reorganización en torno a la atención hospitalaria ha hecho mella en aquellas especialidades históricamente involucradas con los niveles de atención primaria de la salud. Algunos datos de Argentina así lo reflejan: solo el 9,7% de los residentes médicos fue destinado a trabajo comunitario y territorial durante 2020.
Algunas competencias que escapan a lo técnico, pero que resultan vitales para una atención de calidad, cobraron impulso gracias a la pandemia. Se brindó una mayor importancia a habilidades tales como el trabajo en equipo, el profesionalismo, la ética y la comunicación a la hora de hacer frente a la elevada demanda de pacientes.
“La COVID-19 ha puesto de manifiesto la relevancia de determinadas competencias que suelen considerarse menos importantes que las científico-técnicas”, asegura María Isabel González Anglada. Es integrante del Hospital Universitario Fundación Alcorcón (España). En un artículo publicado en la revista Educación Médica considera que “es preciso incorporarlas detalladamente a los programas formativos y deben ser evaluadas con instrumentos adecuados”.
Según González Anglada, los residentes de su centro suelen referir que crecieron profesionalmente, ganaron seguridad y autonomía. También asumieron sus limitaciones y practicaron una medicina más clínica y humana. “Eso ha llevado a discutir el renacimiento de un nuevo profesionalismo, centrado en el paciente, basado en el equipo y en las decisiones compartidas”, comenta en otro artículo la experta.
Los profesionales en formación en su mayoría transitaron este período con angustia, estrés e incertidumbre. Algunos trabajos identificaron una asociación entre estos síntomas negativos, la realización de actividades por fuera de la especialidad y la suspensión de prácticas habituales. No son pocas las encuestas en diversos países que reflejan la demanda de prorrogas en la formación para recuperar el aprendizaje perdido.
En el transcurso de la pandemia algunos centros han propuesto adaptaciones de los programas de formación. Se han fomentado entrenamientos no presenciales y simulaciones para el aprendizaje de habilidades técnicas. Pero suplantar a la práctica clínica, o la experiencia directa en el quirófano, no resulta algo sencillo. Estas innovaciones tecnológicas son concebidas como complementarias por los residentes. Su empleo exclusivo se asocia a una caída de la satisfacción de los profesionales durante la formación. “Es necesario reevaluar los programas para garantizar la adquisición de las competencias técnicas deficitarias”, comenta González Anglada.
Medicina general
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80 horasMaría Isabel González Anglada, Jesús Martín Fernández and Cristina Garmendia Fernández et al. COMPETENCIAS ESENCIALES EN LA FORMACIÓN DE RESIDENTES ¿QUÉ NOS HA ENSEÑADO LA PANDEMIA POR COVID-19?. Educación Médica. DOI: 10.1016/j.edumed.2022.100734
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