Se conmemora un nuevo Día Internacional de la Mujer. La efeméride permite recordar que en el ámbito de los ensayos clínicos se debe estimular una mayor participación de las mujeres.
Este 8 de marzo se conmemora en todo el mundo un nuevo Día Internacional de la Mujer. En el ámbito de la salud, la fecha resulta óptima para analizar las brechas de género y las barreras que atentan contra una atención de calidad para ellas. Un aspecto en el cual se ha trabajado, pero persiste un camino por recorrer que tiene que ver con el acceso a medicamentos más eficaces y seguros para las mujeres.
Aproximadamente un 60% del total de los eventos adversos asociados a fármacos suceden en mujeres. Así lo indican reportes de farmacovigilancia que dan cuenta de este impacto diferencial en la práctica clínica diaria. Ocurre con fármacos oncológicos, cardiovasculares, antibióticos, e incluso vacunas. El fenómeno es la punta de un iceberg. Bajo la superficie, se esconde una pobre participación de las mujeres en los ensayos clínicos de nuevos medicamentos.
Algunas entidades regulatorias -como por ejemplo la Administración Federal de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA)- trabajan desde hace algunos años para mejorar la representatividad de las mujeres en los estudios. En el país del norte, algunas políticas han permitido llevar el porcentaje de mujeres enroladas en ensayos clínicos de un 37% en 2014 a un 54,8% en 2020.
Pero cuando se analiza en detalle ese valor total, aún persisten las disparidades de género. El incremento citado ocurre, en gran medida, a expensas de un mayor volumen de investigaciones que abordan solo enfermedades prevalentes en mujeres. El porcentaje de participación de la población femenina supera el 50% en ensayos clínicos de endocrinología o de metabolismo óseo. Pero persiste en valores bajos en áreas como la cardiología o las enfermedades infecciosas.
Por otro lado, preocupa la mayor dificultad que tienen ciertos grupos poblacionales de mujeres para acceder a ensayos clínicos. En los Estados Unidos es característico el menor ingreso de mujeres latinas o afroamericanas en comparación con la denominada “población blanca”. A modo de ejemplo, en ese país, durante 2017–2020, el porcentaje de participación de mujeres en estudios de oncología se mantuvo siempre por debajo del 50%. Pero solo entre el 2% al 5% y un 4% al 6% del total de las participantes eran afroamericanas o latinas, respectivamente. Algo similar se encuentra cuando se analizan ensayos clínicos en enfermedades cardiovasculares.
La baja representatividad de las mujeres y, fundamentalmente, la de grupos minoritarios de ellas, atenta contra la generalización de los resultados obtenidos en los estudios. Pasa por alto un cúmulo de evidencias que indican el rol que tiene el género en la presentación de enfermedades y en la respuesta a tratamientos. Pero también promueve un conocimiento incompleto de la seguridad y eficacia de los nuevos fármacos aprobados. En definitiva, todo esto dificulta la llegada de los medicamentos a las personas que más se beneficiarían con ellos.
Pero la pobre participación de mujeres en investigaciones, además, perpetúa inequidades de género en el ámbito de la práctica clínica diaria. Basta recordar, a modo de ejemplo, la elevada prevalencia y morbimortalidad que tiene la enfermedad coronaria no aterosclerótica en mujeres. En la actualidad, la población femenina enfrenta dificultades para dar con un diagnóstico temprano y un tratamiento oportuno de dichas patologías. Según los expertos, aquí los obstáculos comienzan a gestarse en estudios que no tienen consideración por la perspectiva de género. Lamentablemente, algunos reportes han situado a la participación femenina en torno a un 25% en los ensayos clínicos relacionados.
La experiencia recogida por la FDA ha permitido identificar barreras que dificultan la llegada de mujeres a ensayos clínicos. Tienen que ver con: aspectos educativos y socioeconómicos de las participantes, la falta de formación en los profesionales de la salud, un liderazgo sin perspectiva de género o estudios clínicos insatisfactorios desde el punto de vista metodológico, entre otros.
“No existe una única solución a este problema, aquí se requiere una multiplicidad de esfuerzos inclusivos”, comenta en un artículo la Dra. Barbara Bierer, experta de la universidad de Harvard (Estados Unidos). Y agrega que “todas las partes interesadas en la investigación clínica tienen un rol y una responsabilidad a la hora de incrementar la participación femenina”.
-National Academies of Sciences, Engineering, and Medicine; Policy and Global Affairs; Committee on Women in Science, Engineering, and Medicine; Committee on Improving the Representation of Women and Underrepresented Minorities in Clinical Trials and Research. Improving Representation in Clinical Trials and Research: Building Research Equity for Women and Underrepresented Groups. Bibbins-Domingo K, Helman A, editors. Washington (DC): National Academies Press (US); 2022 May 17. PMID: 36137057.
-Bierer BE, Meloney LG, Ahmed HR, White SA. Advancing the inclusion of underrepresented women in clinical research. Cell Rep Med. 2022 Mar 7;3(4):100553. doi: 10.1016/j.xcrm.2022.100553. PMID: 35492242; PMCID: PMC9043984.
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