Se conmemora el Día Mundial del Cerebro. Y algo cambia en la concepción que se tiene de este órgano que nos volvió humanos. Ya no se considera que actúa de manera aislada. Funciona en conexión bidireccional con otros sectores del organismo.
“Las neuronas son células de formas delicadas y elegantes, las misteriosas mariposas del alma, cuyo batir de alas quién sabe si esclarecerá algún día el secreto de la vida mental”, dijo alguna vez el médico y premio nobel Santiago Ramón y Cajal. Luego de varias décadas no son pocos los interrogantes acerca del funcionamiento del cerebro que persisten. Pero el febril desarrollo de las neurociencias ha permitido quitar velos.
El mayor entendimiento del funcionamiento cerebral ha llevado a reemplazar concepciones erradas que se tenían. Ya esa “masa gelatinosa” alojada en el cráneo, y protegida por la barrera hematoencefálica, no ocupa una posición de privilegio. Tampoco trabaja de manera aislada del resto del organismo. Bajo el paradigma actual se prefiere pensar al cerebro como un órgano en comunicación bidireccional con otros sectores de la anatomía humana. El sistema inmune, el corazón, o el intestino, tienen injerencia sobre el cerebro.
La percepción de la relación entre el cerebro y el sistema inmune ha cambiado con el tiempo. La falta de tinción del órgano con colorantes inyectados en la circulación del ratón, la no aceptación de la presencia de vasos linfáticos cerebrales, o el descubrimiento de la inmunidad local de la microglia, contribuyeron a cimentar una supuesta autosuficiencia inmune del cerebro.
Pero con el correr de las décadas se ha establecido que el sistema inmune opera como una especie de guardián del sistema nervioso central. Desde sitios especializados, ubicados en las meninges, plexos coroideos, o en los espacios perivasculares, participa en el funcionamiento y la reparación del cerebro. Apoyan a esta nueva visión, la identificación de ganglios linfáticos cervicales que drenan el cerebro, o la detección de canales microscópicos en el hueso del cráneo. Estos últimos están encargados de conectar a la médula ósea con el líquido cefalorraquídeo.
El lado negativo de la conexión sistema inmune-cerebro es la posibilidad de desequilibrios que agraven trastornos autoinmunes, neurodegenerativos o del neurodesarrollo. Es lo que comenta, en una interesante revisión publicada en Science, la investigadora Giulia Castellani. Aunque la experta -integrante del Instituto Weizmann de Ciencias (Israel)- cree que los avances en el conocimiento de la inmunidad cerebral permitirán diseñar nuevas estrategias terapéuticas para diversas patologías cerebrales.
La existencia de una comunicación entre corazón y cerebro no es ninguna novedad. Ya hace tiempo se estableció que ciertos trastornos cardiovasculares encuentran correlación con patologías neurológicas, o psiquiátricas. A modo de ejemplo, se podría mencionar el impacto neurológico que tienen la fibrilación auricular, o la insuficiencia cardíaca. Pero en sentido inverso, algunos problemas de la esfera mental también contribuyen al comienzo y progresión de enfermedades cardiovasculares. No son pocos los trabajos que han reportado un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular en personas con esquizofrenia, bipolaridad, depresión, o epilepsia.
Todavía no están muy claros los mecanismos que intervienen en la conexión cerebro-corazón. Aunque una reciente investigación, publicada en la revista Science, ayuda para comenzar a desentrañarlos. El estudio lleva la firma, en primer término, de Bingxin Zhao, investigador de la Universidad de Pensilvania (Estados Unidos). Allí, por medio de técnicas bioinformáticas, fue posible analizar información en gran escala (40.000 participantes). Provenían de resonancias magnéticas nucleares (RMN) y estudios genéticos.
Los resultados arrojan una correlación positiva entre hallazgos anormales en la RMN. Por ejemplo, encuentran que aquellas personas con compromiso del ventrículo izquierdo presentan, además, una mayor alteración en la microestructura de la sustancia blanca cerebral. Se suma, en el trabajo de Zhao, la identificación de rasgos genéticos compartidos con algunas enfermedades neurológicas o psiquiátricas.
“Este estudio profundizó nuestra comprensión del vínculo corazón-cerebro y su base genética. Observamos que los hallazgos de resonancia magnética de los dos órganos están asociados entre sí”, comenta Zhao en el artículo. El investigador espera que la información recabada permita mejorar la predicción y prevención de diversas patologías cardíacas y cerebrales.
Sin dudas la conexión que más atención ha tenido es el denominado eje intestino-cerebro. Y en algunos medios de comunicación, en el afán de jerarquizar el rol del intestino en la modulación de procesos cerebrales, se ha llegado a denominar a este segmento del aparato digestivo como “segundo cerebro”. Pero este apelativo, a decir verdad, dista mucho de la realidad. La complejidad del cerebro está muy lejos de la del intestino grueso. No se asemejan en organización, funcionamiento, tampoco en el número de neuronas.
Luego de la salvedad, resulta necesario comentar que se ha avanzado en el conocimiento de dicha comunicación bidireccional. Y en un artículo de revisión, publicado en la revista Frontiers in immunology, se condensan algunos hallazgos recientes. Allí, la investigadora Andrina Rutsch (Universidad de Berna) comenta que el sistema nervioso central y el tracto gastrointestinal se encuentran comunicados por distintas vías. Incluye al nervio vago, el sistema inmune y a los metabolitos y productos derivados de la microbiota intestinal.
Este último componente es el que quizás despierta mayor interés. Debido, fundamentalmente, a que se ha podido establecer el rol que tienen bacterias intestinales en la fisiología e inflamación del sistema nervioso central. Y no son pocos los trabajos que empiezan a estudiar la repercusión que tienen estos mecanismos en el agravamiento de patologías tales como: el Parkinson, Alzheimer o la esclerosis múltiple.
“La alteración microbiana intestinal, también conocida como disbiosis, se asocia no solo a trastornos gastrointestinales, sino también a enfermedades que afectan a otros órganos alejados”, comenta Rutsch en la revisión. Y el cerebro aquí ya tampoco tiene privilegios, ni logra funcionar aislado.
Emergentología
Psiquiatría
-Castellani G, Croese T, Peralta Ramos JM, Schwartz M. Transforming the understanding of brain immunity. Science. 2023 Apr 7;380(6640):eabo7649. doi: 10.1126/science.abo7649. Epub 2023 Apr 7. PMID: 37023203.
-Zhao B, Li T, Fan Z, Yang Y, Shu J, Yang X, Wang X, Luo T, Tang J, Xiong D, Wu Z, Li B, Chen J, Shan Y, Tomlinson C, Zhu Z, Li Y, Stein JL, Zhu H. Heart-brain connections: Phenotypic and genetic insights from magnetic resonance images. Science. 2023 Jun 2;380(6648):abn6598. doi: 10.1126/science.abn6598. Epub 2023 Jun 2. PMID: 37262162.
-Rutsch A, Kantsjö JB and Ronchi F (2020) The Gut-Brain Axis: How Microbiota and Host Inflammasome Influence Brain Physiology and Pathology. Front. Immunol. 11:604179. doi: 10.3389/fimmu.2020.604179
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