Preocupa el bajo número especialistas en oncología en Latinoamérica
Alrededor de un 8% de la población mundial reside en Latinoamérica. Esto significa alrededor de 652 millones de personas, que habitan países que experimentaron modificaciones sustanciales en materia sanitaria en las últimas décadas. Diversas medidas generadas, afortunadamente, han logrado incrementarles la expectativa de vida. También, dichas iniciativas han desencadenado una transición epidemiológica y una redistribución de la carga que generan las enfermedades en los sistemas de salud, que dependen de los gobiernos. Gracias a mejoras en el acceso al agua segura, saneamiento, vacunación y atención primaria es que se ha dado una reducción en la morbimortalidad por enfermedades transmisibles. Las estadísticas muestran, además, un reemplazo progresivo y una coexistencia con enfermedades de índole no transmisible.
Según la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC), en 2018 se diagnosticaron 1.412.732 enfermedades neoplásicas en América Latina.
También por estas patologías, durante ese mismo año, se registraron 672.758 muertes en la región. Lejos de descender, está pronosticada una notoria progresión en las estadísticas oncológicas con el correr de los años. Para el 2040, los casos nuevos se incrementarían en un 91% para Centroamérica y un 76% para Sudamérica.
Dada la complejidad creciente del diagnóstico y tratamiento de diversos tipos de cáncer, la premonición dispara interrogantes. Quizás el que más preocupa a los expertos y expertas es el referido al recurso humano. Saber si existirá un número suficiente de oncólogos y oncólogas en Latinoamérica para hacer frente a tal situación.
Latinoamérica no se caracteriza por una sobrepoblación de profesionales dedicados a la oncología. Por ejemplo, existen 0,48 oncólogos cada 100.000 personas en México y 2 cada la misma cantidad de población en Perú. Cifras muy inferiores a las registradas en otros países centrales. Por ejemplo, en los Estados Unidos, se cuenta con 16 oncólogos para el mismo número de habitantes. Dicho dato de América Latina, sumado a una desigual distribución de los servicios de oncología y una tendencia a afincarse cerca de las capitales, explica en parte lo difícil que resulta para algunos pacientes dar con atención médica.
Fabio Ynoe Moraes es profesor del Departamento de Oncología de la Universidad de Queen, en Canadá. Recientemente, en la revista The Lancet Oncology, ensayó una explicación a este fenómeno. Según su perspectiva, en primera instancia existe un déficit en la oferta educativa en oncología para los nuevos profesionales de América Latina. Algo reflejado durante este 2020 en el examen único para ingreso a residencias médicas en Argentina. Se concursaron solo 17 cargos para todos los hospitales estatales del país. En naciones como Colombia o Venezuela -al igual que ocurre con los pacientes y la búsqueda de un lugar de atención- puede ser complicado para los interesados dar con instituciones formativas en su lugar de residencia. Generalmente deben migrar a las capitales de esos países, con las dificultades que eso conlleva.
El experto también ve a la oncología, lamentablemente, como una especialidad poco demandada por los nuevos profesionales. En Argentina, durante el año 2018, hubo 33 postulantes para los puestos de residencias en el área. Cifra muy alejada de los 331 que reclutó la anestesiología ese mismo año. Algo que suele repetirse en otros países del continente.
¿Por qué existe poco interés por la oncología como especialidad en la región? Ynoe Moraes, por medio de cuestionarios realizados a profesionales latinoamericanos en formación, obtuvo respuestas diversas.
Aparecen como desencadenantes la necesidad de completar previamente el área de estudio de medicina interna (otras especialidades requieren solo meses o un año de formación en esta), salarios insuficientes que llevan a la necesidad de trabajar como médicos generales durante la formación y la gran presión y estrés productos de la alta demanda clínica de la especialidad y la frecuente escasez de recursos.
También juegan cierto rol la sensación de aislamiento y la falta de interacción con otros especialistas en oncología, así como la falta de oportunidades en el pregrado. Cuestiones que, por otra parte y desde hace unos años, son consideradas por la Sociedad Americana de Oncología Clínica (ASCO) de los Estados Unidos. Entre diversas iniciativas, esta institución ha puesto en marcha el patrocinio de programas de dos años de duración para estudiantes de medicina y residentes. Genera grupos de interés con encuentros regulares para discutir aspectos vinculados a la especialidad y brinda oportunidades para conectarse con expertos y mentores. Además, facilitan la asistencia al congreso anual de la sociedad. Allí, están interesados en Latinoamérica.
Durante el período 2018-2019, un grupo en Perú y tres en México fueron auspiciados por la ASCO. Según un estudio publicado recientemente en la revista de la sociedad, la recepción parece haber sido muy positiva. Por medio de encuestas, 96 participantes en su mayoría manifestaron que los grupos incrementaron el interés en la oncología y permitieron generar una red de contactos con similares inquietudes. Dato más que interesante, si se tiene en cuenta que otros estudios -en Francia o México- han jerarquizado el rol de las oportunidades formativas tempranas en oncología.
Dada las estadísticas citadas, Ynoe Moraes considera que las actividades que giren en torno a la educación e investigación en el área son vitales. Resalta además programas generados por la IARC o la Sociedad Europea de Oncología Médica. Pero aboga por la puesta en marcha de iniciativas que se ajusten más a la realidad latinoamericana. Espera una mayor participación de líderes locales en cada uno de los países de la región. “Necesitamos mejorar el cuidado de nuestros pacientes con cáncer, expandiendo la educación y el entrenamiento de la próxima generación de oncólogos de Latinoamérica”, concluye.
IARC The Lancet Oncology JCO Global Oncology
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